martes, 31 de mayo de 2011

El M.A-ago que perdió sus trucos y tiro su -M.A.agia


Hace tiempo conocimos con el pecho entero a “la Betty” la mujer que cura, que escucha que escribe, que canta, que baila,  que ama, que crea, que ingenia, que ríe y que llora, suspira, se agota, pierde y gana. Ella venía de unos caminos distintos a los nuestros y de dónde venía se abrían caminos como hormigueros oscuros. Cuándo dejó su viejo hormiguero escribió un cuento. El cuento que  Betty cuenta hace parlanchín-parlanchón  su corazón. Mamá y yo disfrutamos de mostrarlo, va al mar de las botellitas el cuento que la Betty se contaba:

Había una vez un hombre de voluntad fuerte, corazón grande, brazos largos como alas, piernas delgadas como spaghetti. Cuando caminaba parecía baliar, en su rostro siempre había una sonrisa, le encantaba cantar, su voz era alegre y tenía el don de calmar.

Este hombre nunca estaba solo, tenía muchos amigos, todos querían estar con él, decían que su voz alcanzaba a tocar el corazón, sus alas protegían hasta de terremotos y sus piernas de spaghetti te alejaban del peligro, del miedo y de la 
tristeza.

En sus dedos había brillantitos que cuando tocabas se volvían esperanza, ¡si, todos querían tocarlo! en su grande corazón  vivían los niños sin casa, los que no tenían esperanza, los cansados, y los adictos a los sueños, ahí estaba yo.
Un día se cansó y su rostro ya no tenía la sonrisa, ahora tenía pozos negros bajo sus ojos,  en su corazón había vacantes muchos huyeron, las alas se empezaban a desplumar, en sus dedos solo quedaba un brillantito, fue entonces que decidió sacar su corazón, lo limpió y lo tocó con su ultimo dedo mágico para después ponerlo en su lugar y decidirse a descansar. 
Desde ese día cada verano él cura sus heridas, doma sus demonios, peina sus alas, dobla sus piernas de spaghetti para sentarse a descansar.
Beatríz Arredondo Galaviz.

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